martes, 22 de junio de 2010

Crónicas de funciones: La Boheme, Auditorio de Zaragoza. Primer reparto.

Lo que podría haber sido un loable esfuerzo del Auditorio de Zaragoza por subsanar el vacío lírico habido en la programación musical de nuestra ciudad no quedó a la postre sino en un frustrante "quiero y no puedo", donde se alternaron por igual los hallazgos respetables (una reiventada Arteta) y las carencias inexcusables (la ausencia de subtítulos para el público poco o nada iniciado). La sensación general de "tinglao" es innegable.

Vayamos por partes.

El Auditorio tiene dos grandes problemas para escenificar ópera. Uno obvio: la ausencia de caja escénica y foso. Otro subsidiario pero no menor: la acústica, estupenda para grandes orquestas, pero no propicia para la voz, que se dispersa. El primer escollo se intentó suplir ayer con todo un "tinglao", como decía. Se "fingió" una caja escénica, pero con muchos problemás: 1. sin telón, salvo uno que descubría una segunda escena en el espacio de las localidades de coro y que chirriaba cada vez que se movía; 2. con la orquesta a la misma altura que la escena, esto es, sin foso ni nada que paliara la tendencia natural de la orquesta, en los tutti, a tapar las voces; 3. se veía perfectamente el ir y venir de gente "en bambalinas", algo no muy profesional. El segundo problema, el de la acústica, no se pudo suplir de modo alguno. Fue evidente que las voces de mayor tamaño y mejor técnica, como la de Arteta, se dejaron escuchar sin excesivo problema, mientras que las voces de varios secundarios y comprimarios no "corrían" como es debido.

Vocalmente: destacó sobre todos los demás Arteta, como era de esperar, con un timbre de auténtica soprano lírica, con leves tiranteces en el agudo, con un fraseo poco variado, entre ñoño y soso, y con una lectura más bien poco ambiciosa del rol de Mimi, pero correcta. Estrictamente Arteta es, por material, por técnica y por temperamento, voz para una Musetta de altura. De ahí que como Mimí no pase de ser correcta y "mona". Sea como fuere, loable su actuación. Sólo un detalle: para quienes tenemos en la retina, mejor dicho en el oído, cierto archivo sonoro, fue casi escandalosa la tendencia acentuar multitud de frases exactamente como hacía Mirella Freni, la gran Mimí del siglo pasado. Algo más de originalidad por parte de Arteta no hubiera estado de más.

Del resto de voces: Gastón Rivero con notables intenciones de fraseo pero con un pasaje al agudo torpemente resuelto, algún problema de afinación... mejorable, en suma; Montserrat Martí no tuvo su día y el agudo sonó gritado, rebuscado, etc; Toni Marsol confundió vocear con cantar, con una técnica precaria y un timbre poco atractivo.

La escenografía fue muy pobre, poco imaginativa, tópica hasta decir basta. Correcta la iluminación y nula la dirección escénica. Pero seamos sinceros: tampoco podía esperarse otra cosa en ausencia de una caja escénica con todas las de la ley.

El coro no pasó de lo correcto, más bien tirando a mejorable.

Lo mejor, gran sorpresa, el notable esfuerzo de la Orquesta del Conservatorio Superior de Zaragoza. Nada que objetar a su contribución a esta Boheme, salvo algún mínimo desliz en los metales. Sólo cabe desear que sigan así, trabajando en ese sentido y con ese ánimo, perfeccionando.

Conclusión y valoración: ante la ausencia de un espacio privilegiado para la ópera en Zaragoza, el camino no es exactamente el que propusieron estas funciones de Boheme. Vocalmente podríamos hacer la vista gorda y quedarnos con el acierto parcial de Arteta. Pero el "quiero y no puedo" que supuso esa fingida caja escénica y el cúmulo de limitaciones que implicó resulta elocuente: semejante "tinglao", sin telón, sin foso, sin subtítulos, fue a la vez frustrante y risible. Más allá de la esperable precariedad de la propuesta escénica, la calidad global del espectáculo hubiera sido insostenible sin el buen hacer de Arteta y los aciertos de la Orquesta.

A cambio, se constata que hay público... y mucho, que responde favorablemente a títulos del gran repertorio, incluso si la propuesta escénica y vocal es mejorable, como sucedió con estas funciones de Boheme. En este sentido, si la voluntad de lo gestores culturales de nuestra ciudad se orienta finalmente a favor de la lírica, el camino es otro: programar un ciclo de grandes voces en el Teatro Principal, sea con piano sea con orquesta; programar una ópera mozartiana o barroca en ese mismo escenario; un recital de coros de ópera; un ciclo de lied; una zarzuela. Pero todo ello en un escenario que goce de caja escénica, de un mínimo foso y de una acústica favorable a las voces, sin que haya necesidad de armar un "tinglao" como el que llenaba el escenario del Auditorio estos días.

En suma, sigue en pie la sensación de que el Auditorio de Zaragoza no apuesta por la lírica sino por cubrir el expediente y apuntarse un tanto al año, con la osadía, además, de erigirse en mecenas de los músicos y cantantes aragoneses, a cuya costa hizo caja el Auditorio con estas funciones de Boheme, no nos engañemos.

fdo. Spinoza

4 comentarios :

Ariodante dijo...

Sería una lástima que haya –que habrá– personas que crean que con funciones así ya hay ópera en Zaragoza, y que no hace falta esforzarse más. Queda un camino muy largo, y la Asociación lo sabe, me consta.

Johnny Guitar dijo...

Brillante crítica y como dice Ariodante, un largo camino nos espera :)

Ariodante dijo...

Johnny, conoces a Ariodante… a través de su intérprete: Carestini.

johnny guitar dijo...

Me imaginaba al intérprete. Los tentáculos son alargados :)