jueves, 22 de septiembre de 2011

Primera Tertulia Lírica (29/09/2011)



Estimados amigos, desde la Asociación Aragonesa de la Ópera Miguel Fleta hemos pensado en el interés que podría tener la realización periódica de unos encuentros a modo de tertulia entre los aficionados a la lírica de nuestra ciudad. Dichas tertulias comenzarán en septiembre, con una primera convocatoria el día 29, jueves.

En principio tendrán una periodicidad mensual. Para esta primera reunión hemos pensado en comentar juntos las temporadas líricas de los principales teatros de nuestro país, así como cualquier otro asunto que pueda surgir durante el desarrollo de las tertulias. Éstas tendrán un carácter informal y están abiertas a cualquier invitado, no sólo a los miembros de nuestra Asociación. Nos gustaría, en cualquier caso, que estas tertulias fueran también un aliciente para conseguir progresivamente el apoyo de más socios. La Fundación "Casa de Ganaderos" colaborará con nosotros cediendo su salón de actos para estos encuentros. De tal forma que la primera de estas tertulias queda convocada para el jueves 29 de septiembre, a las 19:00 horas en dicha ubicación, situada en la calle San Andrés, número 8, en pleno centro de Zaragoza.

La entrada será obviamente gratuita y estáis todos invitados, seáis socios o no.

Os esperamos. Recibid un cordial saludo hasta entonces.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Campaña para la captación de patrocinadores y socios

Queridos amigos, estamos buscando patrocinadores para nuestras próximas actividades. Si se os ocurre alguna empresa o algún particular interesado en financiar nuestras iniciativas, no dudéis en sugerirlo o en ponerle en contacto con nosotros. Hay muchas formas de contribuir a nuestro proyecto. En este sentido, os recordamos lo importante que es para nosotros la figura del socio.


Actualmente, por 60 euros al año, repartidos en dos cuotas de 30 euros al semestre, nuestros socios tienen derecho a la asistencia gratuita o bonificada a todas nuestras actividades. Os animamos a concretar vuestro apoyo a nuestro proyecto formalizando vuestra adhesión como socios. Son sólo 60 euros, pero sumados los de muchos socios nos permitirían trabajar con una mayor perspectiva.


Gracias por vuestro tiempo. Recibid un afectuoso saludo.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Ley de Mecenazgo

Hoy, en Heraldo de Aragón, se publica esta breve nota firmada por nuestro presidente, Alejandro Martínez, apoyando la elaboración en Aragón de una Ley de Mecenazgo:



Con la llegada al gobierno del nuevo equipo Popular, se anuncia en el horizonte la necesidad e inminencia de una Ley de Mecenazgo. La inminencia quizá no sea tal, pues una ley de tal alcance no puede resolverse en poco tiempo, pero la necesidad si se antoja irrebatible. En tiempos donde el grifo público apenas gotea y en un modelo de gestión empresarial donde la responsabilidad social, por imperativos coyunturales, casi siempre se traduce en solidaridad social y casi nunca en inversión cultural, es preciso impulsar un marco legal que invite a las iniciativas privadas a destinar parte de sus beneficios al sostenimiento cultural. En este sentido, una ley de mecenazgo debería ser la solución para las iniciativas ciudadanas con vocación cultural que carecen de recursos propios suficientes, pero que se traen entre manos proyectos interesantes y sostenibles. Para que dichos proyectos no dependan en exclusiva de la mano generosa del Estado, que cualquier día puede cerrarse, es preciso implicar a empresas y a colectivos privados en este tipo de patrocinios. Esa situación ayudaría a implantar la idea de que la cultura es un asunto de todos, incluidas las empresas de la región, y no una competencia pública que los gobiernos gestionan. La cultura también está en manos de los propios ciudadanos, asociados, que pueden gestionar proyectos culturales si se alcanza un maridaje de patrocinios públicos y privados. El modelo no es nuevo, en cualquier caso. Tanto la situación en Estados Unidos como el caso de algunos países vecinos nos da la imagen de una dinámica cultural en España inusitada. El mecenazgo no es una fórmula más para que el Estado recaude fondos para los proyectos que apoya, guiado por la habitual "dedocracia". Al contrario, es la solución para que cada iniciativa cultural pueda "buscarse los cuartos", al margen de las restringidas ayudas públicas, a menudo adjudicadas de antemano. Los gobiernos, en suma, con una buena ley de mecenazgo, no escogerían el destino de esas inversiones, se limitarían a desempeñar un rol regulador. Y es que la cultura no demanda subvenciones a fondo perdido, sino inversiones y condiciones favorables para el despegue de sus proyectos, sostenibles a medio plazo con su propia dinámica. La cultura no es insostenible por necesidad, pero tampoco puede depender por entero de cómo sople el viento en las cuentas públicas. Es urgente, pues, trabajar en una Ley de Mecenazgo, pero los detalles de dicha regulación darán la clave, en su momento, para concluir si hemos aprovechado la coyuntura adversa o si hemos sancionado una realidad ya asfixiada. Si una Ley de Mecenazgo se dibuja en la agenda de nuestra política cultural, es preciso poner en marcha mesas de trabajo con las asociaciones culturales que podrían valerse de su regulación.



Alejandro Martínez Rodríguez

Presidente de la Asociación Aragonesa de la Ópera Miguel Fleta

sábado, 3 de septiembre de 2011

Crónicas de funciones: Die Frau ohne Schatten, Festival de Salzburgo.

Al reflexionar sobre una representación de Die Frau ohne Schatten (en este caso la reciente producción del Festival de Salzburgo), la obra más ambiciosa del tándem Strauss-Hofmannsthal, parece necesario no olvidarse que se trata de una ópera cuatro veces difícil. En primer lugar se encuentran las dificultades instrumentales, que suponen un reto no solamente en los atriles sino también en el podio al tener que lidiar el director con una masa orquestal superior a los 100 profesores. La batuta de la representación corrió, en este caso, por cuenta de Christian Thielemann quien supo ponerse al frente de la maquinaria orquestal que parece estar mejor engrasada para esta endiablada partitura, la Filarmónica de Viena. Se trata de una partitura hecha para la formación y a la que Thielemann tiene tomada la medida: versión suficientemente femenina en los fragmentos de voluptuosidad orquestal y de epatante belleza y suficientemente aristada en aquellos momentos de gran volumetría sonora (las tubas wagnerianas, colocadas a la izquierda del foso, se hartaron de ofrecer bramidos "demoníacos", como Strauss les atribuyera, como en las incisivas repeticiones del lamento del halcón en el gran cambio de escena del primer acto). Sólo pondría reparo a unos tempi excesivamente lentos por momentos, especialmente en el primer acto, en los que Thielemann gustó en recrearse con los lánguidos fraseos straussianos. En definitiva una versión más matizada, más extrema, que la de un Solti, por ejemplo. Además, fue un auténtico lujazo poder escuchar todos y cada uno de los instrumentos en los que Strauss pensó, incluidas las espeluznantes fanfarrias llamando al juicio desde detrás del escenario.

En segundo lugar están las dificultades vocales que suponen un reto para el numerosísimo elenco de cantantes y coros (incluido uno de niños), especialmente para el quinteto principal. De ellos triunfaron especialmente, a mi parecer, los tres cantantes con los roles más desagradecidos y, en cambio, no se lucieron o, directamente, fallaron, los dos cantantes con los roles más lucidos. Evelyn Herlitzius (La mujer) y Michaela Schuster (Nodriza) pusieron toda la carne vocal en el asador y, si bien en ocasiones eligieron la entrega y el canto decibélico frente a una aproximación más matizada (en este sentido Schuster se lleva unos puntos más de delicadeza frente a Herlitzius), no puede negarse que fueron las grandes triunfadoras de la noche al haber defendido con justicia dos papeles tan poco amables. El tercer cantante que se entregó hasta el final a pesar de lidiar con el papel más breve y quizás más endiablado fue Stephen Gould (El emperador), que supo entregarse en sus dificilísimas intervenciones de los dos primeros actos (donde sólo canta 5 ó 10 minutos de forma completamente aislada a lo largo de grandes intervalos de tiempo) y coronar con justicia en el dúo y cuarteto finales. La cruz de la moneda la ofrecen Wolfgang Koch (Barak) y Anne Schwanewilms (La emperatriz). El primero no porque haya ofrecido una mala noche sino porque desaprovechó el papel más agradecido (tanto vocal como dramáticamente) de toda la ópera y se mostró inaudible en algunos concertantes. La segunda porque directamente está muy lejos de poder ofrecer una lectura musical adecuada de su papel. Esta vez sí audible (a diferencia de su Mariscala madrileña del pasado diciembre) pero reservona en todo momento y con un agudo tirante, feo, cercano a la ruptura (en la grabación de la ópera puede comprobarse su "solución" al vergonzoso agudo en la escena del sueño del segundo acto), insuficiente para colorear las frases extraterrenales de la Emperatriz. De nada sirve que, por fortuna para nosotros, ofreciese una escena en el templo que, en lo dramático, podríamos calificar de excepcionalmente buena. Probablemente se deba a su falta de quilates vocales lo que le impide extrapolar toda la entrega y saber hacer de esta escena tan importante al resto de la ópera. Por lo que respecta a los papeles menores todos fueron servidos con justicia (Markus Brück, Steven Humes, Andreas Conrad: los hermanos, Rachel Frenkel: el halcón, Peter Sonn: la aparición, y las diferentes voces, guardianes y sirvientas) con excepción del relevante Mensajero (Thomas Johannes Mayer) que falló estrepitosamente en la primera escena de la ópera al no escucharse prácticamente ninguna de sus intervenciones (¡"Er wird zu Stein!" debe dar miedo!). Los coros (el de adultos y el de niños) aportaron la definitiva categoría vocal de la representación.

En tercer lugar se encuentran las dificultades de los diferentes ambientes, tonos y atmósferas del gran número de escenas de la ópera, y que son un reto para los responsables de la presentación visual. Si algo puede decirse de esta nueva (y seguramente costosísima) producción del Festival es que destaca sobremanera por el dominio técnico del aparato escénico (especialmente la iluminación) así como el trabajo actoral. Sería una injusticia no destacar la tarea desarrollada por los profesionales involucrados en la misma. El verdadero problema reside en que el director de escena Christof Loy falla estrepitosamente al proponer una visión de la ópera que pretende resaltar sus cualidades intrínsecas con una argumento alternativo que, además de no aclarar los aspectos más confusos de la misma, resulta más oscurantista y, a posteriori, sonrojante. Asistí a la representación tras haber leído los breves apuntes incluidos en la página web del Festival y con el ánimo de comprender y asimilar una visión diferente de esta ópera. Tras un primer acto en donde la primera media hora se asemejó a una versión de concierto el cansancio llegó con el segundo y tercero en el que los cambios de las luces de grabación indicaban la existencia de una trama alternativa que en ningún momento se llega a desentrañar. Incapaz de desenmarañar la madeja y cansado de la repetición de los mismos tics una y otra vez (por enésima vez asistimos a las quejas del ingeniero de sonido por los ruidos producidos por los cantantes), opté por olvidarme de las acciones que se representaban sobre el escenario. Sólo dos detalles me parecen realmente destacables de esta producción: la sustitución del sueño de la emperatriz por la visión de los técnicos de sonido y asistentes transmutados en infantes, y la aparición postrera de la nodriza justo en los acordes finales de la ópera. Todo quedaría así en una desafortunada realización escénica si no fuera porque ya en el hotel pude leer con calma la "trama personal de la ópera" que Loy nos ofrece en el librito de la ópera (en definitiva, lo que explicaría lo que se vio durante la representación). Mi indignación no pudo ser mayor al comprobar que un planteamiento preliminar que podría dar juego se convierte en una sucesión de naderías cuya explicación en negro sobre blanco no me provocó más que sonrojo y vergüenza. La trama alternativa, con sus cantantes viejos y nuevos, sus parejas de cantantes con problemas conyugales está cogida con pinzas, es trivial hasta extremos insufribles (a años luz de la poética de peso que Holfmannsthal pone encima de la mesa) y se demuestra tan poco trabajada que en los momentos en que Loy no sabe cómo cuadrar su visión con lo que sucede en escena llega a explicaciones como las que siguen (copio literalmente de la traducción inglesa del libro): "Frau. B is flirting with ideas about deceiving her husband and is not embarrased to mention it in front of other women. It is no less disturbing to the Empress that Herr. B., who's rather drunk, is bringing hungry people in off the street and feeding them" o "The laws of nature seem to have been rendered invalid. Mothers no longer want children, and men want to kill their wives. As B. makes to strike his wife dead, the whole world seem to crumble. Even the Nurse is seized with deadly fear. Higher powers are at work."



Finalmente están las dificultades de un libreto complejo, intrincado y, en última instancia, simbolista, y que son un reto para el público que asiste a la representación. Afortunadamente, pese a las limitaciones que hemos señalado, el público se mostró receptivo y entregado a esta nueva producción salzburgiana de la Sin Sombra. La última había sido hacía 19 años (existe grabación en DVD del evento) y no es de extrañar que un público como el del Festival haya sabido apreciar la superación de los obstáculos para poner en escena este "Hauptwerk". Si además unimos el hecho de que, por tercera vez en el Festival, se pudo disfrutar hasta la última nota de la ópera (cercana a las 3 horas y media de duración) podemos entender el entusiasmo al acabar cada uno de los actos y, especialmente, al finalizar la función.

En este sentido (el de la completitud de la ópera) me gustaría recoger la argumentación que sobre ella realiza el director musical, también extraída de la traducción inglesa del librito de la ópera, pues más allá de la defensa acérrima de una partitura que ama, demuestra cómo unos artistas se ponen al servicio de la obra para ensalzarla mientras que otros la utilizan para perpetrar sus naderías: "There is a great deal to be gained by dropping the cuts, particularly in Act Three, where the expulsión of the Nurse is far more compelling if it is preceded by the quartet Nurse/Messenger/Dyer's Wife/Barak with its musical 'waves'. And then there is the melodrama in the scene with the Empress in the temple […] Strauss was making deliberate use of an additional and exceptionally effective technique and I would be very loath to do without it. […] it is only right that the audience should be given the opportunity to experience this pinnacle of Strauss's creativity in all its extraordinary richness-without cuts". Amen.

fdo. Ignacio F. Rúa