miércoles, 26 de marzo de 2014

300 aniversario del nacimiento de Gluck

Christoph Willibald Gluck painted by Joseph Duplessis
Christoph Willibald Gluck - J. Duplessis (fuente: Wikipedia)

Mañana tendrá lugar nuestra tertulia mensual, dedicada en esta ocasión a uno de los compositores que cambiaron el destino de la ópera, Christoph Willibald Gluck, cuando se va a cumplir el 300 aniversario de su nacimiento, un 2 de julio de 1714. Gluck es el eslabón que nos permite transitar desde la ópera entendida bajo los códigos netamente barrocos hasta el género acabado y único que nos legó Mozart. Gluck, tan admirado por ese otro revolucionario que fue Wagner, fue el responsable de la gran reforma de la ópera durante el siglo XVIII. Su reforma pretendía sobre todo acrecentar la valía dramática de la ópera, durante el barroco a menudo volcada en la mera recreación estética, a través de líneas vocales floridas y llenas de fantasía, pero muy frecuentemente huecas, faltas de un compendiado dramatismo.

Grosso modo, Gluck fue abundando en esta reforma con cada una de sus composiciones, desde la primera (Artaserse, de 1741) a la última (Écho et Narcisse, de 1779), si bien son Orfeo y Euridice (1762 en su versión italiana, 1774 en su versión francesa), Alceste (1767 en su versión italiana, 1776 en su versión francesa), Ifigenia en Taulide (1774), Armida (1777) e Ifigenia en Tauride (1779) las que resumen de un modo más paradigmático su transformación del género. Dicha transformación (siempre indicada sobre la ópera seria) podría concretarse, sintetizada de un modo académico, en varios puntos:
  1. acotación de los recitativos secos, ahora también orquestados, y supresión generalizada de las arias da capo, rompiendo progresivamente con la rigidez y los convencionalismos barrocos en las formas musicales. Aria y recitativo debían guardar una natural continuidad, y se intenta vincular a ciertos personajes con determinados motivos musicales.
  2. revisión de la ornamentación superflua, no vinculada directamente con el texto y el argumento, sino meramente escrita para el lucimiento de los solistas. Los grandes números vocales tenían lugar, pero siempre que el libreto lo justificara. La música debía servir al texto y al drama, y no al contrario.
  3. búsqueda de un mayor dramatismo argumental, entendido a su vez como un ideal de realismo y verosimilitud expresiva, huyendo en lo posible de la reiteración argumental propia del barroco.
  4. protagonismo de los coros, convertidos casi en un personaje más de la trama, habida cuenta de su presencia musical, retomando el ideal griego de la tragedia. De igual manera la orquesta pasa a desempeñar un papel descriptivo y con peso propio, no limitándose a jugar el rol de un mero acompañamiento musical para las voces. Estamos así ante el principio de lo que más tarde sería la orquesta propia del Romanticismo.
  5. mayor unidad de la partitura, vinculando los temas de la obertura, entendida ya casi como una breve sinfonía, con el desarrollo posterior del drama.
A pesar de su valor histórico, la reforma propugnada por Gluck no gustó a todo el mundo, siendo muchos los defensores del estilo italianista previo contra el que dicha reforma se extendía. De hecho, Gluck no planteó una cruzada al barroco como tal, sino a una determinada forma italiana de concebir la ópera. En este sentido, es elocuente recordar la conocida como "Querella de los gluckistas y los piccinnistas", que dividió al público parisino allá por 1779. Tras unos años de creciente disputa y rivalidad entre Gluck y el italiano Piccinni, el intendente de la ópera de París determinó encargar a ambos componer una ópera sobre el mismo tema, la Iphigénie en Tauride, buscando con ello una pugna que situase a París en el centro de la ópera, frente a su capitalidad natural por entonces, situada en Viena.


Iphigénie en Taulide - Ò malhereuse Iphigénie (Mireille Delunsch, Les Musiciens du Louvre, Marc Minkowski)

Fue Gluck quien completó antes su partitura, estrenándola con gran éxito en mayo de 1779. El trabajo de Piccinni tardó dos años más en llegar, estrenándose en enero de 1781 con muy escaso éxito, ratificando la ya esperada victoria de Gluck, de algún modo decidida de antemano.

De todo esto y mucho más podremos hablar mañana en nuestra tertulia mensual. ¡Os esperamos!

Alejandro Martínez

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