miércoles, 12 de marzo de 2014

El ¿verdadero? argumento de Carmen (III)

Continuamos con el argumento de Carmen, de Bizet. Si os perdisteis los dos primeros actos, podéis recuperarlos aquí.


Caricatura de Georges Bizet - Henri Meyer ( fuente: Wikipedia)

Acto III

El tercer acto se desarrolla en la guarida de los contrabandistas, situada en un lugar remoto y oculto en la sierra agreste y montaraz. Ha pasado un cierto tiempo, y los dos protagonistas están hasta el gorro el uno del otro: Carmen, pasados los tres días de media que le duran los enamoramientos, ya solo ve en Don José lo mismo que los demás, es decir, que tiene un encefalograma más plano que una zapatilla de esparto. Don José, por su parte, pese a lo débil de su conexión con la realidad, se da cuenta de que el peso que lleva días notando en la frente no es una migraña, sino los cuernos que Carmen le está empezando a poner hasta con el encargado del guardarropa, al que todos hasta entonces conocían como "La Moderna". Toda la banda de contrabandistas y meretrices está a su vez hasta el gorro de las tontunas de la pareja, y en estos y otros amorosos coloquios pasan alegremente los días en el remoto refugio. Carmen quiere consultar al destino, así que llama al canal de Televidencia, donde Sheherazade Gonzaless, tras consultar el tarot de los ángeles, le dice que le ve un futuro muy prometedor en el campo de la ingeniería de telecomunicaciones, y que un señor moreno, alto y apuesto le hará tres churumbeles como tres soles. Carmen, que es muy larga, no se queda en la superficialidad de las palabras de la videnta, sino que interpreta semejantes augurios como un anuncio de que su muerte está cerca, pero sigue haciendo lo que le sale de sus morenas partes.


Carmen: Je dis que rien m'épouvante (Micaela) - Mirella Freni

Al remoto refugio, oculto en lo más lejano de la montaraz sierra, etc., llega nada menos que Micaela, para horror de todos los presentes. La trastornada navarra, por aprovechar el bono del AVE, vuelve a las andadas, y le dice a Don José que ha tenido una visión en la que una pobre anciana moribunda agoniza entre estertores. En realidad lo que había visto Micaela era un programa de María Teresa Campos, pero como previamente se había metido en el cuerpo medio Vademecum, estaba ella como para distinguir la realidad de la ficción. En estas andan, que si me voy a Pamplona o no, cuando al remoto refugio, oculto en lo más lejano etc., y para el que Radiotaxi está pensando en establecer una tarifa estable dado el trasiego de pasajeros, llega Escamillo, que no tiene otra cosa que hacer que irse al monte a buscar a Carmen para tirarle los tejos delante de toda la banda delictiva, gran parte de cuyos miembros está con medicación para soportar tanta payasada. Carmen le pone ojitos al gallardísimo torero y Don José se muere de celos, pero acaba yéndose con Micaela, más que nada para que la chiquilla deje de berrear como una mula que la viejecita dichosa está rodeada de seres perversos y depravados y que se condenará eternamente si Don José no acude al rescate. Cuando el navarro se marcha, la banda hace una asamblea para elegir un nuevo emplazamiento para su refugio, más tranquilo y solitario, y acaban trasladándose todos a la calle Preciados de Madrid, seguros que aparecerá menos gente por allí que por las dichosas montañas agrestes y amenazadoras.

(continuará)

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