Diálogos de Carmelitas, de Poulenc, es una obra ante la que no cabe la apatía. Es imposible que una representación de Diálogos no conmueva al espectador. Si además la puesta en escena le saca a la obra todo el partido imaginable. Y si a eso se añade un reparto irreprochable, la función resulta finalmente casi un sueño hecho realidad.
Y así fue en el caso de estos Diálogos de Carmelitas vistos en el Theater an der Wien, el pequeño teatro de la capital austríaca, cada vez más atractivo por sus programaciones. La puesta de Carsen, ante la que sólo cabe decir "Hay que verla", y el reparto presidido por P. Petibon y D. Polaski, recrearon así una representación prácticamente ideal. A ello se sumó una lista de secundarios y comprimarios más que dignos y cumplidores, con alguna grata sorpresa, como Yann Beuron, un lírico de hermosísima voz (será Pelleas el año próximo en el Real), Heidi Brunner, la intérprete de Madame de Croissy, o Michelle Breedt, la intérprete de Madame Lidoine. Es admirable la calidad general de los secundarios en estos teatros centroeuropeos. Petibon y Polaski estuvieron maravillosas.
Desde el foso fue impecable la lectura de B. de Billy, llena de fuerza y de lirismo. Sensacional el trabajo de la ORF Radio-Symphonieorchester Wien. Magníficos.
Ante una representación tan redonda, tan próxima a la perfección, no caben valoraciones más concretas, creo, al modo habitual. Sí diré que la escena final fue sobrecogedora y que salí del teatro con el corazón en un puño. Creo que ese es el mejor resumen posible de la función.
Como anécdota, un error técnico obligó a parar la representación en la transición del segundo al tercer cuadro, durante el primer acto. Imagino que algún telón atascado o similar. No tuvo mayor relevancia.
En resumen: una noche inolvidable.
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