domingo, 24 de julio de 2011

Crónicas de funciones: Rusalka, 18/07/11



Si la historia de la desdichada ondina que quiere ser humana siempre me ha parecido muy triste, con la producción de Martin Kusej para la Ópera Nacional de Munich, Rusalka no es triste, es desoladora. Kusej transforma el cuento de hadas en una narración sobre abusos sexuales y mentes perturbadas, donde el Espíritu del Agua es un secuestrador y violador de niñas (inspirado, por cierto, en los casos reales de Natasha Kampusch y Josef Fritzl), que mantiene a las "ninfas" en un húmedo sótano con la complicidad de Jezibaba, su alcoholizada esposa. Cuando Rusalka consigue escapar de ese sórdido ambiente la espera el mundo real, donde solo logra encontrar una depravación parecida, para acabar en un psiquiátrico completamente trastornada. La dirección de Kusej no deja ni un resquicio de esperanza, y lo más sorprendente de su propuesta es cómo encaja a la perfección tanto con los personajes como con el libreto, aunque en esta versión frases como "corramos, hermanas, que si el Señor de las Aguas nos atrapa tendremos que darle un beso" toman un sentido un tanto escalofriante. Como siempre, una torsión del cuento original como esta puede desagradar a algunos y entusiasmará a otros. Yo solo puedo decir que es profundamente fiel a la esencia de la historia a pesar de los cambios y que es honesta, llena de estudiados detalles y al servicio de los cantantes. En mi opinión, una de las mejores producciones que haya visto en teatro.


Musicalmente, la noche también brilló a notable altura. La Orquesta Estatal de Baviera sonó, como siempre, estupendamente. Bajo la batuta de Tomas Hanus la partitura de Dvorak cobra un lirismo exacerbado, una intensidad que puede resultar excesiva a los que están acostumbrados a lecturas más sobrias.

Vocalmente, la estrella, la protagonista y la triunfadora de la noche fue la joven soprano Kristine Opolais. Solo se puede decir que ella es Rusalka. Después de ver su conmovedora e intachable interpretación en Munich costará escuchar a otra cantante en el papel. Brillando en el agudo, se queda un poco corta por abajo, pero consigue transmitir tanto con su bellísima voz y su arrolladora presencia en el escenario que resulta hipnótica.
Con un personaje y una interpretación como la de Opolais es fácil que el resto de cantantes queden en un segundo plano. Empezaría destacando el Príncipe de Piotr Beczala, un tenor con un bello timbre muy apropiado para el papel, aunque pasó algún apuro en el agudo en ciertos momentos, en general resultó una soberbia interpretación, especialmente la escena final con Rusalka y la muerte, con una media voz prodigiosa. Notable también Alan Held como el Espíritu del Agua, aunque su voz un tanto mate desmerece un poco la maravillosa partitura de bajo.Correcta Janine Baechle. Poco más se puede decir de ella, ya que cumplió pero sin destacar especialmente. En cuanto a Nadia Krasteva, que cantaba el breve pero intenso papel de La Princesa Extranjera, fue vocalmente lo más flojo de la noche. Su voz de mezzo pura no puede con las exigencias de la princesa, y resultó bastante tosca y forzada en el agudo (recientemente pude escucharla como Éboli en Berlín y no hay comparación). Los comprimarios (Evgeniya Sotnijova, Angela Brower y Okka von der Damerau como las ninfas, Ulrich Ress como el cazador y Tara Erraught como el chico) cumplieron. El público disfrutó muchísimo, en cualquier caso, y las ovaciones finales se alargaron por varios minutos, levantándose el telón en numerosas ocasiones. Una grande, grandísima, noche de ópera.


fdo. Alicia Cano

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