viernes, 25 de marzo de 2011

Werther, Teatro Real, 22/03/11

La temporada del Teatro Real acomete el último tercio de su programación y el título escogido para este mes de marzo y para los inicios de abril es Werther, el clásico de Goethe revisitado por Massenet, con libreto de E. Blau, P. MIller y G. Hartmann.

Asistí a la función del día 22, con el primer reparto, y estas son mis impresiones sobre los puntos principales:

J. Bros recreó un Werther sobresaliente. Se sintió cómodo y su a veces frecuente irregularidad no se hizo presete en esta ocasión. Vocalmente ofrece lo que el rol demanda: un timbre de lírico pleno, con un centro coloreado y amplio, con graves suficientes, y con un agudo liberado, sin apenas tiranteces. Y sobre todo un fraseo impecable, poético, lleno de medias voces, acentos meditados, ensoñadores. La melancolía y el desgarrador destino de Werther encontraron en su voz una recreación practicamente ejemplar. Bros, ya digo, es un cantante con problemas intermitentes: nasalidades, tiranteces, oscilaciones del agudo. Pero cuando se siente cómodo y lo puede dar todo, es un profesional sobresaliente. Por fortuna esas fueron las condiciones en las que pudo recrear su Werther el pasado día 22. Fue todo un placer para los oídos, francamente.

S. Koch: la voz es grande, tersa, tiene un color agradable, es homogénea, no tiene tiranteces. pero tardó en calentar, el grave y el centro tardaron en proyectarse con plenitud, y ella es un tanto distante en lo dramático, como si estuviera demasiado pendiente de que nada se les escape. Fue sin embargo durante los dos últimos actos cuando desplegó todos sus recursos y se mostró plenamente implicada con el rol. Se marcó una excelente escena de las cartas, y de ahí en adelante todo fueron muestras de una excelente cantante interpretando a una excelente Charlotte. Tardó, pues, en darlo todo, pero lo dio finalmente.



A. Toledano: en exceso repelente, resabida, repipi, y vocalmente tirante, gritona. Una actuación muy cargante y vocalmente muy mejorable. Muy inmerecidos los muchos aplausos que se llevó. Tengo la sensación de que en el Real en cuanto un cantante español y joven se antoja resultón, se le regalan los aplausos con excesiva generosidad.

A. Ódena: no me gustó demasiado. Es una voz estimable y un cantante del que tengo un recuerdo grato desde su Ford de Bilbao. Pero aquí estuvo engolado, engordando y oscureciendo la voz innecesariamente, muy lejos de la entonación y el fraseo que este repertorio demanda. Por cierto: tiene, más o menos, el mismo material vocal, en términos de extensión y color, que Simon Órfila, pero éste canta como bajo y Ódena como barítono. Me parece que realmente ambos son barítonos cortos por arriba y entubados y gruesos por abajo. Teniendo a ambos sobre la escena, en un dúo, sería difícil distinguir quién es el bajo y quién el barítono... Exagero, pero creo que se entiende por dónde voy.


La puesta en escena de Decker resalta el universo bipolar que atraviesa la obra. Dos espacios claramente diferenciados a partir de una clave cromática de contrastes básicos. Escenografía escueta la de W. Gussmann, más atenta a generar sensaciones que a describir espacios, singularmente acentuada por una brillante iluminación (J. Klein). Esta disposición, como decía, acentúa la sensación de una situación bipolar, no sólo ya en referencia al temperamento voluble de Werther. Se da además un claro contraste entre el destino inevitable de Werther y el conflicto pasional de Charlotte, que es realmente el rol donde recae el nudo dramático de la obra.

No he entendido algunas criticas sobre la presencia o no presencia, oportunidad o no, de la pistola en manos de Werther. Ésta aparece cuando se la espera. Tampoco algunas críticas por lo reiterado del panel que se corre y separa los dos espacios de la escena. Apenas se mueve tres o cuatro veces, sin reiteración excesiva. Por cierto, muy bien resuelta la presencia de esos dos irritantes personajes, Schmidtt y Johann, a menudo incómodos, pero en esta puesta perfectamente integrados y resueltos con inteligencia.

La verosimilitud escénica de la muerte de Werther supongo que no pasa ya por un agonía literal, tirado en el suelo rato y rato. Cuando la citada muerte comprende unos diez minutos de música, como poco, es inevitable que haya algún movimiento escénico más. Mientras no salga corriendo, todo guarda el sentido mínimo exigible.

Tampoco es una puesta en escena, como ha insistido alguien, que constriña a los cantantes, ni mucho menos. Más bien todo lo contrario.

Villaume y la orquesta dispusieron la partitura sin imperfecciones. Tan sólo algún tutti un tanto estentóreo, pero en general un trabajo muy loable con las cuerdas, un viento metal afinadísimo y una orquesta que va ganando presencia y definición durante la presente temporada, en manos de varios directores.

La infinita melancolía que atraviesa la partitura de Werther encontró pues una sobresaliente lectura en la citada función del día 22.

Alejandro Martínez

1 comentario :

johnny guitar dijo...

No fue una gran noche pero si una velada intensa la función del domingo día 3 de abril. A pesar de las casitas de "La ciudad muerta" (que sobraban, del agudo chillón (y muy aplaudido) de Toledano, de la nefasta dicción de Koch o de los metales (a veces, de la orquesta); pero fue una representación de menos a más, de entrega total de los protagonistas Bros-Koch a partir de su primer dúo. Una entrega con aires embriagadores que me emocionaron, que me calaron y que inhundó de "tristeza romántica" toda la representación.
Nunca fue mi ópera favorita pero fue cantada con gran lirismo y creo que eso es suficiente para disfrutar si llega al emocionado espectador.