
domingo, 4 de diciembre de 2011
Crónicas de funciones: Macbeth, Ópera de Roma, 27/11/11

jueves, 24 de noviembre de 2011
Crónicas de funciones: Le Grand Macabre, de Ligeti (Liceo, 19/11/11)
A la salida del teatro, mi estado de ánimo era completamente distinto. Había disfrutado enormemente, me había divertido y, en suma, había asistido a un espectáculo teatral, en el más puro sentido de la palabra. Pero vayamos por partes.
Empezaré matizando que esta crónica es resultado de un primer acercamiento a la obra, con todas las limitaciones que eso supone. Pero, contrariamente a lo que uno pudiera pensar, el Macabro es una ópera que resulta cercana a un espectador neófito. Siempre que uno acepte sus reglas, claro está. Quien acuda pensando en Il Trovatore se va a ver fuertemente decepcionado.
¿Qué es El gran Macabro? ¿La anti-ópera, como llegó a afirmar su autor? Yo me atrevería a corregirle diciendo que me parece una semi-ópera. Ópera a veces, a veces teatro. Donde los personajes sobre el escenario tienen que ser más actores que cantantes. Donde no hay melodía. Y sin embargo, es rabiosamente ópera, con esa abundancia de sensaciones transmitidas a través de la orquesta, a través de la escena. No sé qué es El gran Macabro, pero sí sé que nunca había visto u oído nada que se le pareciera.
Y por fin llego al quid de la cuestión: el Macabro tiene que verse sobre el escenario, se sustenta sobre una escena y no creo que soportara con éxito una representación de concierto. Es que es cualquier cosa menos música de concierto.
Por tanto, creo que la verdadera protagonista de esta serie de veladas del Liceu es la producción de la Fura dels Baus. Que es la magnífica composición de Álex Ollé la artífice del éxito de esta ópera en los últimos años en los teatros que ha visitado. A la salida del Liceu discutía con un amigo buen conocedor de la obra sobre la adecuación o no de la idea de la Fura a la ópera. El no estaba convencido, yo, sin embargo, entusiasmada. Creo que la Fura ha aprehendido a la perfección la esencia de la comedia del absurdo que representa el Macabro: la sucesión de situaciones cotidianas, extraordinarias de puro ordinarias. La elevada filosofía de los personajes más bajos (como Pier the Pot). La minúscula relevancia de la mayor tragedia (la muerte, en el personaje de Nekrotzar). Las urgencias terrenales de los amores perfectos (Amando y Amanda). En fin. Tutto nel mondo è burla. Y la Fura, con una dirección de actores como nunca les había visto, bordan sencillamente la traslación del libreto a imágenes. Incluyendo el no tomarse a sí mismos demasiado en serio. Solo puedo decir que “Thriller” ya no volverá a ser lo mismo.
Eso sin mencionar el prodigio técnico de la escenografía, con la superposición de vídeo sobre la figura gigante creando un juego de imágenes que uno no se puede perder, y al que no creo que una edición en dvd le pueda hacer justicia. Eso sin mencionar la maravillosa iluminación de Peter van Praet.
En lo musical, Michael Boder resolvió la papeleta con soltura. Creo que la partitura del Macabro puede parecer engañosamente sencilla, pero la orquesta sigue tan de cerca al libreto, acompaña con sus exabruptos, con sus pianísimos, con sus silencios, tan fielmente a la historia, que hay que estar muy atento para dar a cada compás la entonación, la intención justa.
Vocalmente, no creo que estemos ante una obra para que un cantante se luzca. Un amigo mío diría que el Macabro pertenece a esa serie de óperas que no pueden tararearse en la ducha. Digamos pues que los cantantes cumplieron, destacando más como actores (¿es ópera, entonces?). Chris Merrit construyó un bonachón Piet, acompañado de un Frode Olsen apenas audible como Astradamors. Werner van Mechelen cumplió como Nekrotzar, aunque seguramente fue el menos versátil de la noche y le faltaba un punto de fuerza para llegar al personaje. Ning Liang era Mescalina, que también cumplió. Mejor Brian Asawa como Gogo, aunque diría que su papel tiene tanta parte cantada como hablada.
Dejo para el final lo mejor del reparto: las dobles parejas de Ana Puche e Inés Moraleda como Amando y Amanda, muy bien compenetradas en el dúo, y Francisco Vas y Simon Buteriss como el Ministro Blanco y Ministro Negro. Finalmente, Barbara Hannigan doblando a Venus y Gepopo, estuvo sencillamente espectacular, especialmente en la escena del segundo personaje.
En resumen, no sé si el Macabro es ópera o no. Pero si pueden, no se la pierdan.
fdo. Alicia Cano
lunes, 21 de noviembre de 2011
Crónicas de funciones: Roméo et Juliette (AGAO, 19/11/11)




martes, 15 de noviembre de 2011
Crónicas de funciones: Die Walküre, Teatro de la Maestranza, Sevilla, noviembre 2011


sábado, 12 de noviembre de 2011
Crónicas de funciones: Boris Godunov, Palau de les Arts, Valencia, 11/11/11



jueves, 10 de noviembre de 2011
Crónicas de funciones: Tristan e Isolda (ABAO) y L´elisir d´amore (AGAO)
martes, 8 de noviembre de 2011
Audio de la primera conferencia del ciclo dedicado a la Zarzuela
viernes, 28 de octubre de 2011
Programa de actividades - Noviembre y Diciembre


sábado, 8 de octubre de 2011
Novedades discográficas: La Bruja, de R. Chapí.
jueves, 6 de octubre de 2011
Crónicas de funciones: Simon Boccanegra, ABAO, 24/09/11


jueves, 22 de septiembre de 2011
Primera Tertulia Lírica (29/09/2011)

lunes, 12 de septiembre de 2011
Campaña para la captación de patrocinadores y socios
Queridos amigos, estamos buscando patrocinadores para nuestras próximas actividades. Si se os ocurre alguna empresa o algún particular interesado en financiar nuestras iniciativas, no dudéis en sugerirlo o en ponerle en contacto con nosotros. Hay muchas formas de contribuir a nuestro proyecto. En este sentido, os recordamos lo importante que es para nosotros la figura del socio.
Actualmente, por 60 euros al año, repartidos en dos cuotas de 30 euros al semestre, nuestros socios tienen derecho a la asistencia gratuita o bonificada a todas nuestras actividades. Os animamos a concretar vuestro apoyo a nuestro proyecto formalizando vuestra adhesión como socios. Son sólo 60 euros, pero sumados los de muchos socios nos permitirían trabajar con una mayor perspectiva.
Gracias por vuestro tiempo. Recibid un afectuoso saludo.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Ley de Mecenazgo
Hoy, en Heraldo de Aragón, se publica esta breve nota firmada por nuestro presidente, Alejandro Martínez, apoyando la elaboración en Aragón de una Ley de Mecenazgo:
Con la llegada al gobierno del nuevo equipo Popular, se anuncia en el horizonte la necesidad e inminencia de una Ley de Mecenazgo. La inminencia quizá no sea tal, pues una ley de tal alcance no puede resolverse en poco tiempo, pero la necesidad si se antoja irrebatible. En tiempos donde el grifo público apenas gotea y en un modelo de gestión empresarial donde la responsabilidad social, por imperativos coyunturales, casi siempre se traduce en solidaridad social y casi nunca en inversión cultural, es preciso impulsar un marco legal que invite a las iniciativas privadas a destinar parte de sus beneficios al sostenimiento cultural. En este sentido, una ley de mecenazgo debería ser la solución para las iniciativas ciudadanas con vocación cultural que carecen de recursos propios suficientes, pero que se traen entre manos proyectos interesantes y sostenibles. Para que dichos proyectos no dependan en exclusiva de la mano generosa del Estado, que cualquier día puede cerrarse, es preciso implicar a empresas y a colectivos privados en este tipo de patrocinios. Esa situación ayudaría a implantar la idea de que la cultura es un asunto de todos, incluidas las empresas de la región, y no una competencia pública que los gobiernos gestionan. La cultura también está en manos de los propios ciudadanos, asociados, que pueden gestionar proyectos culturales si se alcanza un maridaje de patrocinios públicos y privados. El modelo no es nuevo, en cualquier caso. Tanto la situación en Estados Unidos como el caso de algunos países vecinos nos da la imagen de una dinámica cultural en España inusitada. El mecenazgo no es una fórmula más para que el Estado recaude fondos para los proyectos que apoya, guiado por la habitual "dedocracia". Al contrario, es la solución para que cada iniciativa cultural pueda "buscarse los cuartos", al margen de las restringidas ayudas públicas, a menudo adjudicadas de antemano. Los gobiernos, en suma, con una buena ley de mecenazgo, no escogerían el destino de esas inversiones, se limitarían a desempeñar un rol regulador. Y es que la cultura no demanda subvenciones a fondo perdido, sino inversiones y condiciones favorables para el despegue de sus proyectos, sostenibles a medio plazo con su propia dinámica. La cultura no es insostenible por necesidad, pero tampoco puede depender por entero de cómo sople el viento en las cuentas públicas. Es urgente, pues, trabajar en una Ley de Mecenazgo, pero los detalles de dicha regulación darán la clave, en su momento, para concluir si hemos aprovechado la coyuntura adversa o si hemos sancionado una realidad ya asfixiada. Si una Ley de Mecenazgo se dibuja en la agenda de nuestra política cultural, es preciso poner en marcha mesas de trabajo con las asociaciones culturales que podrían valerse de su regulación.
Alejandro Martínez Rodríguez
Presidente de la Asociación Aragonesa de la Ópera Miguel Fleta
sábado, 3 de septiembre de 2011
Crónicas de funciones: Die Frau ohne Schatten, Festival de Salzburgo.
En segundo lugar están las dificultades vocales que suponen un reto para el numerosísimo elenco de cantantes y coros (incluido uno de niños), especialmente para el quinteto principal. De ellos triunfaron especialmente, a mi parecer, los tres cantantes con los roles más desagradecidos y, en cambio, no se lucieron o, directamente, fallaron, los dos cantantes con los roles más lucidos. Evelyn Herlitzius (La mujer) y Michaela Schuster (Nodriza) pusieron toda la carne vocal en el asador y, si bien en ocasiones eligieron la entrega y el canto decibélico frente a una aproximación más matizada (en este sentido Schuster se lleva unos puntos más de delicadeza frente a Herlitzius), no puede negarse que fueron las grandes triunfadoras de la noche al haber defendido con justicia dos papeles tan poco amables. El tercer cantante que se entregó hasta el final a pesar de lidiar con el papel más breve y quizás más endiablado fue Stephen Gould (El emperador), que supo entregarse en sus dificilísimas intervenciones de los dos primeros actos (donde sólo canta 5 ó 10 minutos de forma completamente aislada a lo largo de grandes intervalos de tiempo) y coronar con justicia en el dúo y cuarteto finales. La cruz de la moneda la ofrecen Wolfgang Koch (Barak) y Anne Schwanewilms (La emperatriz). El primero no porque haya ofrecido una mala noche sino porque desaprovechó el papel más agradecido (tanto vocal como dramáticamente) de toda la ópera y se mostró inaudible en algunos concertantes. La segunda porque directamente está muy lejos de poder ofrecer una lectura musical adecuada de su papel. Esta vez sí audible (a diferencia de su Mariscala madrileña del pasado diciembre) pero reservona en todo momento y con un agudo tirante, feo, cercano a la ruptura (en la grabación de la ópera puede comprobarse su "solución" al vergonzoso agudo en la escena del sueño del segundo acto), insuficiente para colorear las frases extraterrenales de la Emperatriz. De nada sirve que, por fortuna para nosotros, ofreciese una escena en el templo que, en lo dramático, podríamos calificar de excepcionalmente buena. Probablemente se deba a su falta de quilates vocales lo que le impide extrapolar toda la entrega y saber hacer de esta escena tan importante al resto de la ópera. Por lo que respecta a los papeles menores todos fueron servidos con justicia (Markus Brück, Steven Humes, Andreas Conrad: los hermanos, Rachel Frenkel: el halcón, Peter Sonn: la aparición, y las diferentes voces, guardianes y sirvientas) con excepción del relevante Mensajero (Thomas Johannes Mayer) que falló estrepitosamente en la primera escena de la ópera al no escucharse prácticamente ninguna de sus intervenciones (¡"Er wird zu Stein!" debe dar miedo!). Los coros (el de adultos y el de niños) aportaron la definitiva categoría vocal de la representación.
En tercer lugar se encuentran las dificultades de los diferentes ambientes, tonos y atmósferas del gran número de escenas de la ópera, y que son un reto para los responsables de la presentación visual. Si algo puede decirse de esta nueva (y seguramente costosísima) producción del Festival es que destaca sobremanera por el dominio técnico del aparato escénico (especialmente la iluminación) así como el trabajo actoral. Sería una injusticia no destacar la tarea desarrollada por los profesionales involucrados en la misma. El verdadero problema reside en que el director de escena Christof Loy falla estrepitosamente al proponer una visión de la ópera que pretende resaltar sus cualidades intrínsecas con una argumento alternativo que, además de no aclarar los aspectos más confusos de la misma, resulta más oscurantista y, a posteriori, sonrojante. Asistí a la representación tras haber leído los breves apuntes incluidos en la página web del Festival y con el ánimo de comprender y asimilar una visión diferente de esta ópera. Tras un primer acto en donde la primera media hora se asemejó a una versión de concierto el cansancio llegó con el segundo y tercero en el que los cambios de las luces de grabación indicaban la existencia de una trama alternativa que en ningún momento se llega a desentrañar. Incapaz de desenmarañar la madeja y cansado de la repetición de los mismos tics una y otra vez (por enésima vez asistimos a las quejas del ingeniero de sonido por los ruidos producidos por los cantantes), opté por olvidarme de las acciones que se representaban sobre el escenario. Sólo dos detalles me parecen realmente destacables de esta producción: la sustitución del sueño de la emperatriz por la visión de los técnicos de sonido y asistentes transmutados en infantes, y la aparición postrera de la nodriza justo en los acordes finales de la ópera. Todo quedaría así en una desafortunada realización escénica si no fuera porque ya en el hotel pude leer con calma la "trama personal de la ópera" que Loy nos ofrece en el librito de la ópera (en definitiva, lo que explicaría lo que se vio durante la representación). Mi indignación no pudo ser mayor al comprobar que un planteamiento preliminar que podría dar juego se convierte en una sucesión de naderías cuya explicación en negro sobre blanco no me provocó más que sonrojo y vergüenza. La trama alternativa, con sus cantantes viejos y nuevos, sus parejas de cantantes con problemas conyugales está cogida con pinzas, es trivial hasta extremos insufribles (a años luz de la poética de peso que Holfmannsthal pone encima de la mesa) y se demuestra tan poco trabajada que en los momentos en que Loy no sabe cómo cuadrar su visión con lo que sucede en escena llega a explicaciones como las que siguen (copio literalmente de la traducción inglesa del libro): "Frau. B is flirting with ideas about deceiving her husband and is not embarrased to mention it in front of other women. It is no less disturbing to the Empress that Herr. B., who's rather drunk, is bringing hungry people in off the street and feeding them" o "The laws of nature seem to have been rendered invalid. Mothers no longer want children, and men want to kill their wives. As B. makes to strike his wife dead, the whole world seem to crumble. Even the Nurse is seized with deadly fear. Higher powers are at work."
Finalmente están las dificultades de un libreto complejo, intrincado y, en última instancia, simbolista, y que son un reto para el público que asiste a la representación. Afortunadamente, pese a las limitaciones que hemos señalado, el público se mostró receptivo y entregado a esta nueva producción salzburgiana de la Sin Sombra. La última había sido hacía 19 años (existe grabación en DVD del evento) y no es de extrañar que un público como el del Festival haya sabido apreciar la superación de los obstáculos para poner en escena este "Hauptwerk". Si además unimos el hecho de que, por tercera vez en el Festival, se pudo disfrutar hasta la última nota de la ópera (cercana a las 3 horas y media de duración) podemos entender el entusiasmo al acabar cada uno de los actos y, especialmente, al finalizar la función.
En este sentido (el de la completitud de la ópera) me gustaría recoger la argumentación que sobre ella realiza el director musical, también extraída de la traducción inglesa del librito de la ópera, pues más allá de la defensa acérrima de una partitura que ama, demuestra cómo unos artistas se ponen al servicio de la obra para ensalzarla mientras que otros la utilizan para perpetrar sus naderías: "There is a great deal to be gained by dropping the cuts, particularly in Act Three, where the expulsión of the Nurse is far more compelling if it is preceded by the quartet Nurse/Messenger/Dyer's Wife/Barak with its musical 'waves'. And then there is the melodrama in the scene with the Empress in the temple […] Strauss was making deliberate use of an additional and exceptionally effective technique and I would be very loath to do without it. […] it is only right that the audience should be given the opportunity to experience this pinnacle of Strauss's creativity in all its extraordinary richness-without cuts". Amen.
fdo. Ignacio F. Rúa
viernes, 26 de agosto de 2011
Crónicas. Recital de S. Keenlyside en Edimburgo
Festival Internacional de Edimburgo, Usher Hall, 19 de agosto de 2011
Simon Keenlyside, Malcolm Martineau
El programa del Festival anunciaba un recital con cinco autores de caracteres tan diferentes como Mahler, Strauss y Schubert por un lado y Duparc y Debussy por otro. El detalle de los títulos en el programa de mano nos revelaba que las canciones elegidas giraban (como suele suceder en los recitales de Simon Keenlyside que combinan lied y mélodie) en torno al amor y la Naturaleza.
El primer grupo de canciones fue el dedicado a Mahler, alternando canciones a partir de poemas de Rückert con otras extraídas de Des Knaben Wunderhorn. El recital empezó con una interpretación algo insegura de Ich atmet' einen linden Duft; Keenlyside pareció sentirse bastante más cómodo con Des Antonius von Padua Fischpredigt, cargado de ironía, y a partir de ahí todos, intérpretes y público, entramos de pleno en la música. La perla de este primer bloque, Liebst du um Schönheit. ¿Se puede transmitir humildad cantando? Porque la canción sonó tierna y humilde, una hermosa interpretación.
La primera parte continuó con los compositores franceses. De Duparc escuchamos dos de sus canciones más conocidas, Le manoir de Rosamonde y Phidylé, que sonó vibrante y urgente; una lectura algo alejada de la habitual, más soñadora, pero igualmente convincente. De la pasión en Duparc pasamos a la exquisitez en Debussy, cuatro canciones encabezadas por una elegantísima versión de Nuit d'étoiles.
Con la segunda parte volvimos a los compositores alemanes, en primer lugar Strauss. Sin duda, la sentida interpretación que Simon Keenlyside ofreció de Befreit fue el momento más intenso del recital y Malcolm Martineau nos concedió una pausa más larga para recuperar el aliento (porque el público también se queda sin aliento a veces) antes de volver a hablar del deseo con Epheu y Ständchen.
El recital acabó con Schubert. Sea por la debilidad tantas veces confesada de Keenlyside por este compositor, sea por la mía propia, no pude evitar la sensación ya con las primeras notas de que Schubert es... otra cosa. De la melancólica Auf der Donau a la brillante Im Walde, pasando por la serena Der Einsame y, sobre todo, la imponente Prometheus. Espléndido.
Dos propinas, An den Mond in einer Herbstnacht (con la que los intérpretes buscaron algo de frescor que aliviara el calor que hacía en el auditorio) y una nueva serenata, esta vez de Brahms, cerraron la velada. Una vez más, el tándem Keenlyside-Martineau nos había regalado un estupendo recital. Una vez más, gracias.
domingo, 24 de julio de 2011
Crónicas de funciones: Der Rosenkavalier, 19/07/11


Crónicas de funciones: Rusalka, 18/07/11

Vocalmente, la estrella, la protagonista y la triunfadora de la noche fue la joven soprano Kristine Opolais. Solo se puede decir que ella es Rusalka. Después de ver su conmovedora e intachable interpretación en Munich costará escuchar a otra cantante en el papel. Brillando en el agudo, se queda un poco corta por abajo, pero consigue transmitir tanto con su bellísima voz y su arrolladora presencia en el escenario que resulta hipnótica. Con un personaje y una interpretación como la de Opolais es fácil que el resto de cantantes queden en un segundo plano. Empezaría destacando el Príncipe de Piotr Beczala, un tenor con un bello timbre muy apropiado para el papel, aunque pasó algún apuro en el agudo en ciertos momentos, en general resultó una soberbia interpretación, especialmente la escena final con Rusalka y la muerte, con una media voz prodigiosa. Notable también Alan Held como el Espíritu del Agua, aunque su voz un tanto mate desmerece un poco la maravillosa partitura de bajo.Correcta Janine Baechle. Poco más se puede decir de ella, ya que cumplió pero sin destacar especialmente. En cuanto a Nadia Krasteva, que cantaba el breve pero intenso papel de La Princesa Extranjera, fue vocalmente lo más flojo de la noche. Su voz de mezzo pura no puede con las exigencias de la princesa, y resultó bastante tosca y forzada en el agudo (recientemente pude escucharla como Éboli en Berlín y no hay comparación). Los comprimarios (Evgeniya Sotnijova, Angela Brower y Okka von der Damerau como las ninfas, Ulrich Ress como el cazador y Tara Erraught como el chico) cumplieron. El público disfrutó muchísimo, en cualquier caso, y las ovaciones finales se alargaron por varios minutos, levantándose el telón en numerosas ocasiones. Una grande, grandísima, noche de ópera.