martes, 24 de julio de 2012

Crónicas. Recitales de J. Kaufmann y S. Keenlyside en Munich

El Festival de Ópera de Munich 2012 incluye en su programa una serie de recitales de lied muy atractivos, desde el de Christian Gerhaher, que la inició el día 7 de julio, hasta el de Elina Garança, que la cerrará el día 25.

El lunes 16 de julio fue el turno de Simon Keenlyside y Malcolm Martineau, que fueron recibidos por el público que prácticamente llenaba el Prinzregententeather con largos y cálidos aplausos. La primera parte del recital estuvo dedicada a Schumann, con los Zwölf Gedichte von Justinus Kerner, Op 35 (o, como se suelen llamar por abreviar, los Kerner-Lieder), un hermoso ciclo ensombrecido, como casi todos los de Schumann, por el Dichterliebe. Hermoso y lleno de trampas para los cantantes entre entradas abruptas y notas atípicas, pero Keenlyside lo conoce bien y lo demostró desde la primera canción, Lust der Sturmnacht, abordando con autoridad la tormenta. Canción a canción fue creando el clima triste y desesperanzado que acaba dominando el ciclo y después de una tierna Stille Liebe cantó la que para mi fue lo mejor del ciclo, Frage, seguida de una sobrecogedora Stille Tränen; al acabar con las canciones "gemelas" (Schumann escribió para la última canción la misma música que para la penúltima, creando la sensación de un eco), nada más ilustrativo del efecto causado en el público que el silencio que precedió a los aplausos.

La segunda parte del recital empezó con otro de los compositores talismán de Keenlyside, Hugo Wolf, ofreciendo como es habitual en él una selección de los Mörike Lieder. Seis canciones contrastadas que nos permitieron apreciar, una vez más, su capacidad de matizar y colorear la voz, de recogerla para cantar una ensimismada canción de cuna, Schlafendes Jesuskind o de desplegarla en Der Feuerreiter. ¿Para cuándo un recital dedicado por completo a Wolf?

El recital acabó con canciones de Schubert, tanto en el programa oficial como en las tres propinas. Sé que me repito, pero siempre tengo la misma sensación cuando escucho a Simon Keenlyside cantar Schubert: estamos en casa. Por bien que haya cantado anteriormente, es otra cosa, una conexión entre los intérpretes y el público (y perdón por la generalización) que pocas veces se ve. ¿Perfecto? En absoluto, un desliz en el primer verso de Von Mitleiden Mariä, se interrumpe, le pide a Malcolm Martineau que vuelva a empezar y el recital continua con toda naturalidad.

Más información sobre el recital de S. Keenlyside, aquí.

El miércoles 18 cantaba Jonas Kaufmann acompañado por Helmut Deutsch en el Nationaltheater; el programa, nada más y nada menos que Winterreise. Las entradas estaban agotadas desde el mes de marzo y la expectación era grande, ya que el recital era el retorno de Kaufmann a los escenarios (excepto un concierto de arias en Linz un par de días antes) tras retirarse durante tres meses por motivos de salud.

El Nationaltheater no es un auditorio adecuado para un recital, y cuando se dispone del Prinzregententheater imagino que el cambio se debe a su mayor capacidad. ¿No sería mejor dar dos recitales en el primero? Si a un teatro demasiado grande le añadimos un público inusualmente inquieto y ruidoso, dispuesto a toser sonora y colectivamente a la menor ocasión, el ambiente no ayuda a conectar con la música. Suerte que sobre el escenario había dos grandes profesionales que consiguieron traspasar la barrera y ofrecer un estupendo recital.

Cantar Winterreise exige mucho de los cantantes; veinticuatro canciones en las que se van mostrando las diferentes caras del dolor, una oscuridad sin más luz que la que puedan proporcionar Der lindenbaum y Frühlingstraum. Jonas Kaufmann empezó nervioso y cantó un Gute Nacht impersonal; lo mismo sucedió con la segunda canción del ciclo, correcta, y no fue hasta las primeras lágrimas de las muchas que íbamos a escuchar, Gefrorne Tränen, que surgió un viajero con personalidad propia capaz de hacernos compartir su camino. El viajero de Kaufmann lloró, se desesperó, se mostró furioso consigo mismo e incluso se permitió ser mordaz sin cometer nunca el peor de los pecados del liederista, la sobreactuación. Nos regaló una preciosa versión de Im Dorfe o Das Wirthaus y nos dejó sin aliento con las últimas frases de Der Leiermann.

He tenido ocasión de escuchar a Simon Keenlyside en el teatro con cierta regularidad; en cambio, no escuchaba a Jonas Kaufmann desde una lejana Missa Solemnis de Beethoven y podríamos decir que a efectos prácticos era la primera vez, así que tenía mucho interés por conocer esa voz sin los micrófonos como intermediarios. El timbre, tan atípico como se quiera, me pareció precioso, sale perdiendo en las grabaciones. Una voz potente de agudos luminosos que cuando apiana sigue llenando el teatro... y esa conocida tendencia a engolar en los graves.

Más información sobre el recital de J. Kaufmann, aquí.

De los acompañantes, Malcolm Martineau y Helmut Deutsch que se puede decir... que son mucho más que "acompañantes", que son parte esencial del duo y que estuvieron ambos a un gran nivel.

Fdo. Silvia Pujalte

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