Primera edición de "Las tribulaciones del joven Werther" (Fuente: Wikipedia. Foto H.-P.Haack)
Más de cien años separan las dos obras, la de Johann W. GOETHE, titulada Las tribulaciones del joven Werther, publicada en 1774, y la ópera de Jules MASSENET, con libreto de Blau, Milliet y Hartmann, estrenada en 1892.
Cien años que dieron para mucho tanto en el ámbito literario como en el operístico. Al menos dos movimientos culturales las separan y las unen: el Romanticismo y el Realismo. El texto de Goethe nació en los albores del pre-Romanticismo alemán, de lo que vino a llamarse el Sturm und Drang, movimiento que significaba “Tormenta e Ímpetu”. No vamos a hablar aquí del eterno debate acerca de si Goethe es un representante del clasicismo o del pre-romanticismo, porque ese es un tema del que se ha escrito mucho y por personas que saben del tema mucho más que quien firma estas líneas. Nos centraremos en algunos de los aspectos de la adaptación de la obra de Goethe al drama musical. Y no olvidaremos que han pasado más de cien años entre la una y la otra. Y que aunque la ópera parezca plenamente romántica, tal vez no lo sea tanto, si nos atenemos a lo que en realidad fue el movimiento romántico.
No debemos confundir “romanticismo” con lo melifluo, sentimental, con lo que habla de amores apasionados sin más. El Romanticismo, y muy especialmente el alemán, hunde sus raíces en el deseo de plenitud, de absoluto, de divinidad. Y en su imposibilidad. Su necesidad apasionada de vivir los deseos lleva a la tristeza profunda, al dolor vital, al suicidio en algunos casos, como en el del joven Werther. Y es tal imposibilidad de que el hombre sea dueño y señor de su propia vida, y de que lleve a cabo sus deseos de inmensidad y de vida intensa, lo que le hace caer en la melancolía, en la desesperación. En eso que ahora se llama “depresión”, pero que antes se llamaba “melancolía”. Algo que los antiguos pensaban, sin conocer nada sobre predisposición genética, que se relacionaba con el desequilibrio entre los cuatro humores, o elementos líquidos (sangre, flema, bilis amarilla, bilis negra), que componían el ser humano. Según las viejas teorías médicas, especialmente la de Teofrasto, que fue quien ligó los humores a los caracteres de las personas, la melancolía se daba cuando había un exceso de “bilis negra”.
Pues bien, eso parece ocurrirle al Werther de la ópera de Massenet. Lo primero que se dice de él es que es come y bebe poco, que es educado, distinguido, soñador y melancólico. No ocurre así en el texto literario, que es muy diferente en muchos aspectos. Vamos a comentar algunos de ellos:
Podemos concluir diciendo que el libreto de la ópera ha buscado en todo momento centrarse en la historia de amor imposible entre Werther y Charlotte. Y en darle un contenido sentimental y apasionado que la novela no tiene. Al menos no en el sentido melifluo que se respira en la ópera. En este sentido podríamos decir que la ópera es un resultado de cierto romanticismo manierista, si me permiten la expresión. Se ha olvidado de la verdadera esencia platónica del Romanticismo. De hecho, como hemos dicho, el “ángel” que es Charlotte en Goethe, sin calificativos, se ha convertido en Massenet en un “ange du devoir”, un ángel del deber. El Werther de Goethe fue una obra famosísima en su época. Además de consecuencias literarias y artísticas notables, tuvo al menos dos consecuencias en absoluto relacionadas con el mundo de la palabra o de la música: se puso de moda que los hombres llevaran chalecos amarillos, como el del protagonista; y se produjo una oleada de suicidios entre enamorados jóvenes varones que quisieron emular el comportamiento del joven Werther. ¡Para que luego digan que no es peligroso leer!
Cien años que dieron para mucho tanto en el ámbito literario como en el operístico. Al menos dos movimientos culturales las separan y las unen: el Romanticismo y el Realismo. El texto de Goethe nació en los albores del pre-Romanticismo alemán, de lo que vino a llamarse el Sturm und Drang, movimiento que significaba “Tormenta e Ímpetu”. No vamos a hablar aquí del eterno debate acerca de si Goethe es un representante del clasicismo o del pre-romanticismo, porque ese es un tema del que se ha escrito mucho y por personas que saben del tema mucho más que quien firma estas líneas. Nos centraremos en algunos de los aspectos de la adaptación de la obra de Goethe al drama musical. Y no olvidaremos que han pasado más de cien años entre la una y la otra. Y que aunque la ópera parezca plenamente romántica, tal vez no lo sea tanto, si nos atenemos a lo que en realidad fue el movimiento romántico.
No debemos confundir “romanticismo” con lo melifluo, sentimental, con lo que habla de amores apasionados sin más. El Romanticismo, y muy especialmente el alemán, hunde sus raíces en el deseo de plenitud, de absoluto, de divinidad. Y en su imposibilidad. Su necesidad apasionada de vivir los deseos lleva a la tristeza profunda, al dolor vital, al suicidio en algunos casos, como en el del joven Werther. Y es tal imposibilidad de que el hombre sea dueño y señor de su propia vida, y de que lleve a cabo sus deseos de inmensidad y de vida intensa, lo que le hace caer en la melancolía, en la desesperación. En eso que ahora se llama “depresión”, pero que antes se llamaba “melancolía”. Algo que los antiguos pensaban, sin conocer nada sobre predisposición genética, que se relacionaba con el desequilibrio entre los cuatro humores, o elementos líquidos (sangre, flema, bilis amarilla, bilis negra), que componían el ser humano. Según las viejas teorías médicas, especialmente la de Teofrasto, que fue quien ligó los humores a los caracteres de las personas, la melancolía se daba cuando había un exceso de “bilis negra”.
Pues bien, eso parece ocurrirle al Werther de la ópera de Massenet. Lo primero que se dice de él es que es come y bebe poco, que es educado, distinguido, soñador y melancólico. No ocurre así en el texto literario, que es muy diferente en muchos aspectos. Vamos a comentar algunos de ellos:
- La obra de Goethe es epistolar. Werther le escribe a su amigo Wilhem y le cuenta lo que es su vida en el lugar al que se ha trasladado. Le escribe cartas, aunque el estilo es más el de un diario en segunda persona. A veces hace referencia a las misivas recibidas, pero nunca aparecen en el texto, por coherencia narrativa. El hecho de que todo aparezca a través de los ojos del protagonista, implica que apenas haya diálogos entre los personajes. Tampoco aparecen los soliloquios de Charlotte, que sí se dan en la ópera, o los de Albert. En Goethe, a ambos los vemos a través de la mirada de Werther.
- La primera carta aparece fechada el cuatro de mayo, en primavera. En cambio, la ópera comienza en julio, por lo que el tiempo interno es menor. Con eso los libretistas han conseguido una mayor intensidad emocional, que es lo han ido buscando en todos los cambios que han realizado en el texto original para adaptarlo a la teatralidad.
- Se han eliminado en el drama musical casi todas las referencias anteriores a la aparición de Charlotte. En la ópera aparece ya en el primer acto, y se la nombra en la primera escena, entre el padre y los niños. No es así en la novela. En las primeras cartas, Werther habla del lugar maravilloso, paradisiaco, que ha encontrado. Habla de la naturaleza, de la armonía que le supone su contemplación, su respiración. Dice que querría ser un abejorro para poder exhalar el perfume de todas las flores. Es su deseo de vivir aquí y ahora cada instante. Será precisamente esa imposibilidad de pensar en más allá que el momento presente que le aporta infelicidad, lo que le hará suicidarse. La necesidad de vivir plenamente lo que le rodea es lo que crea el carácter del personaje. Su enamoramiento será un elemento más. Y la plasmación real y tangible de la desesperación. Werther ha comprado un jardín, que es el lugar en el que se siente a gusto con él mismo y con el mundo. El jardín es el paraíso. Su paraíso. Y lo cultiva y lo contempla. Y consigue esa armonía de su microcosmos con el macrocosmos. Una armonía que desaparecerá en el momento en el que conoce a Charlotte, a la que llama una y otra vez “ángel”, pero que será quien provoque su desesperación y su muerte. En la ópera, la alusión a Charlotte como ser angelical es la de “ángel del deber”, lo que justifica todos sus actos, también el de no caer ante los requerimientos de Werther. Los libretistas hacen que el protagonista cante su primera aria junto a la casa de Charlotte. Y es en esa aria cuando habla de la Naturaleza en los términos románticos que hemos comentado antes: “Ô, nature… mère adorable et pure”. La naturaleza como madre protectora. El jardín edénico del que se sale y al que se pretende volver.
Poster para el estreno en Francia de Werther (1893) - Eugène Grasset (fuente: Wikipedia)
- En la ópera, los primeros que aparecen son los niños, los hermanitos de Charlotte, que están ensayando una canción de Navidad. Una canción que reaparecerá al final, en los últimos momentos. Se crea de esta manera una estructura circular, que subraya todavía más la magnitud trágica, y el contraste del dolor de Werther y de Charlotte con la Navidad y los ajenos e inocentes cantos infantiles.
- En la novela, Werther admira a Albert y lo considera el mejor de los hombres. En un momento le dice que le pedirá las pistolas porque va a hacer un viaje. Albert le contesta que cuando quiera que se las pida. Lo hará al final de la novela. Cuando ya ha hablado por última vez con Charlotte y ha decidido suicidarse. Manda a su criado y Albert le dice a Charlotte que las coja y se las dé. Albert no sospecha lo que va a pasar, pero Charlotte se las entrega vacilante y temblorosa. En la ópera, solo se alude a las pistolas en el segundo caso, por lo que se vuelve a subrayar el dramatismo. Albert sí entiende lo que Werther va a hacer con ellas, y Charlotte lo comprende tan bien que sale de su casa para ir a la de Werther, al que encuentra ya moribundo.
- En la obra de Goethe no se produce el encuentro final entre los dos enamorados. Werther muere ante Alberto y el padre de Charlotte, y ante los niños mayores. Ella ha enfermado con el disgusto y se teme por su vida. En la ópera hay una escena final en la que Charlotte y Werther se declaran su amor en el lecho de muerte del joven. Un dúo de gran intensidad emocional, como los tres anteriores, uno por acto.
- La hermana que sigue en edad a Charlotte, Sophie, tiene once años en la novela, pero es una señorita de más edad, “platónicamente” enamorada del propio Werther en la novela.
- La lectura de los versos de Ossián también aparece en la novela. De hecho, ahí Werther lee varias páginas. En la ópera, solo algunos versos, que se han convertido en una de las más bellas arias del tenor de la historia de la ópera: “Pourquoi me réveiller, ô souffle du printemps?” Se elimina un texto que rompe la intensidad dramática de la conversación entre los dos protagonistas, y se concentra la identificación de los versos osiánicos con los sentimientos de Werther que, además, ha sido su traductor.
Werther (J. Massenet) Rêve... extase... bonheur! - Jonas Kaufmann & Sophie Koch
Podemos concluir diciendo que el libreto de la ópera ha buscado en todo momento centrarse en la historia de amor imposible entre Werther y Charlotte. Y en darle un contenido sentimental y apasionado que la novela no tiene. Al menos no en el sentido melifluo que se respira en la ópera. En este sentido podríamos decir que la ópera es un resultado de cierto romanticismo manierista, si me permiten la expresión. Se ha olvidado de la verdadera esencia platónica del Romanticismo. De hecho, como hemos dicho, el “ángel” que es Charlotte en Goethe, sin calificativos, se ha convertido en Massenet en un “ange du devoir”, un ángel del deber. El Werther de Goethe fue una obra famosísima en su época. Además de consecuencias literarias y artísticas notables, tuvo al menos dos consecuencias en absoluto relacionadas con el mundo de la palabra o de la música: se puso de moda que los hombres llevaran chalecos amarillos, como el del protagonista; y se produjo una oleada de suicidios entre enamorados jóvenes varones que quisieron emular el comportamiento del joven Werther. ¡Para que luego digan que no es peligroso leer!
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